Gladiadores

Se calza el casco y pone en marcha su corazón, acelera a fondo se aleja de los miedos, de lo bueno y de lo malo, de la realidad y lo que lo hace ser. Siempre hacia delante, sin mirar hacia atrás, sabiendo que antes corría por simple pasión, porque era la libertad hecha cuerpo y alma, porque algo inexplicable y utópico lo empujaba, ganaba por la gloria y el honor, hoy, una vez profesionalizada esa pasión, ganar significa obligación y necesidad.

Con los pro y las contras siempre marcha hacia una nueva pista, porque la presión del exterior no se compara con el rugir del motor que acelera su vida. Cada semáforo verde da a luz su nacimiento y cada bandera a cuadros entierra sus anhelos hasta la próxima competencia en la que siempre resucita.

Se casó con su pasión y quedó apresado a ella, lo amenaza, lo juzga, un día le da la gloria y al otro el infierno, lo sube a la cima y lo deja en el fondo, pero siempre encuentra consuelo recordando el amor que siente y el coraje que le da fuerzas para no frenar nunca, porque tiene objetivos y sabe que los puede alcanzar, porque él no respira ruge, su corazón no late, carbura, como lo hacen esas máquinas inanimadas que le dan felicidad.

Vive enamorado como la primera vez y cuando un despiste, el motor o cualquier circunstancia dice basta, él para, pero momentáneamente porque él nunca abandona.

Por: Carito Gómez D’Iorio

 

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